La difteria es una enfermedad infecciosa poco común causada por la bacteria Corynebacterium diphtheriae, que provoca inflamación y lesiones en las vías respiratorias superiores, generando síntomas, como dolor de garganta, fiebre baja y formación de placas en el cuello, siendo más frecuente en niños de 1 a 5 años, aunque puede ocurrir a cualquier edad.
Esta bacteria es capaz de producir toxinas que entran en el torrente sanguíneo y pueden llegar a varias partes del cuerpo, principalmente la nariz, la garganta, la lengua y las vías respiratorias, pudiendo afectar también otras partes del cuerpo, como la piel.
La difteria puede transmitirse fácilmente de persona a persona, por lo general a través de gotitas respiratorias, como al toser o estornudar. En caso de haber tenido contacto con una persona infectada o presentar síntomas de difteria, es importante acudir a un centro médico para que pueda realizar el diagnóstico e indicar el tratamiento más adecuado.
Síntomas de la difteria
Los principales síntomas de la difteria son:
- Formación de placas grisáceas en la zona de las amígdalas;
- Inflamación y dolor de garganta, especialmente al tragar;
- Fiebre baja;
- Escalofríos;
- Dificultad para respirar;
- Secreción nasal;
- Dolor de cabeza.
Generalmente, los síntomas de la difteria pueden aparecer de 2 a 5 días después del contacto con la bacteria y suelen durar hasta 10 días.
Cuando la difteria afecta la piel, también puede causar llagas abiertas o úlceras. En los casos más graves, la difteria puede afectar el corazón, causando ritmos cardíacos anormales y miocarditis (daño al músculo cardíaco), además de afectar los nervios, generando neuropatía periférica. Sepa qué es la neuropatía periférica y los principales síntomas.
Es importante acudir a los servicios de emergencia de un hospital cercano tan pronto como aparezcan los primeros síntomas de difteria, ya que de esta manera se pueden realizar exámenes que confirmen el diagnóstico de la infección y así comenzar el tratamiento más adecuado, evitando el agravamiento de la enfermedad y la transmisión a otras personas.
Cómo confirmar el diagnóstico
El diagnóstico de la difteria se realiza a través de la evaluación física realizada por un médico, además de la indicación exámenes para confirmar la infección, como prueba de sangre y un cultivo de secreciones de la garganta.
El propósito del cultivo de la secreción de la garganta es identificar la presencia de la bacteria y, cuando es positivo, se realiza un antibiograma para determinar el antibiótico más adecuado para tratar la infección. Debido a la capacidad de la bacteria para propagarse rápidamente a través del torrente sanguíneo, el médico puede solicitar un cultivo de sangre para determinar si la infección ha llegado a la sangre.
Cómo se contagia la difteria
Las bacterias de la difteria se transmiten cuando una persona infectada tose o estornuda, liberando pequeñas gotas que quedan suspendidas en el aire. Las personas que no reciben tratamiento pueden propagar las bacterias de la enfermedad durante aproximadamente 2 semanas después de infectarse, siendo importante mantenerse aislada.
En caso de que una persona haya estado en contacto con un alguien infectado con difteria, es importante que acuda al hospital para recibir el tratamiento por medio de la inyección de antitoxina diftérica y así evitar el agravamiento y la transmisión de la enfermedad a otras personas.
Tratamiento para la difteria
El tratamiento para la difteria debe ser siempre ser indicado por el médico general, infectólogo o pediatra, y generalmente es iniciado con la aplicación de la inyección de antitoxina diftérica, que es una sustancia capaz de reducir el efecto de las toxinas liberadas por la bacteria de la difteria en el cuerpo, mejorando rápidamente los síntomas y facilitando la recuperación.
Además de eso, el tratamiento de la difteria también debe complementarse con:
- Antibióticos, generalmente eritromicina o penicilina: ya que son necesarios para matar la bacteria y pueden administrarse en forma de tabletas o inyecciones, durante un máximo de 14 días.
- Medicamentos para la fiebre, como el paracetamol: pues ayudan a reducir la temperatura corporal, aliviando el malestar y el dolor de cabeza;
- Máscara de oxígeno: que se utiliza cuando la inflamación de la garganta afecta la capacidad respiratoria, para aumentar los niveles de oxígeno en el organismo.
Asimismo, es muy importante que la persona, o el niño, con difteria haga reposo durante al menos 3 días para facilitar la recuperación, además de beber suficientes líquidos a lo largo del día para mantener el cuerpo bien hidratado.
Cuando existe un alto riesgo de transmitir la enfermedad a otras personas o cuando los síntomas son muy intensos, el médico puede recomendar el internamiento hospitalario, incluso llegando a ser internado en una habitación de aislamiento para evitar la propagación de la bacteria.
Vacuna de la difteria
La principal forma de prevención de la difteria se lleva a cabo a través la aplicación de la vacuna de la difteria, que además de proteger contra la difteria, también protege contra el tétanos y la tos ferina. Esta vacuna debe administrarse en tres dosis, recomendadas a los 2, 4 y 6 meses de edad, con 3 dosis más de refuerzos entre los 15 y 18 meses de edad, otra entre los 4 y 6 años y por último entre los 11 a 12 años.
Las vacunas contra la difteria son seguras, y son eficaces para prevenir la enfermedad. Sin embargo, al igual que cualquier medicamento, pueden causar efectos secundarios, pero estos suelen ser leves, como dolor o hinchazón en el lugar de la inyección, fiebre moderada o cansancio, por ejemplo.
Aunque es más común en niños, los adultos que no están al día con la vacuna contra la difteria o que tienen un sistema inmunológico debilitado por alguna enfermedad, son más susceptibles a la infección por Corynebacterium diphtheriae, siendo importante que sea aplicada la vacuna de la difteria, según indicación del médico.