Un linfocele es cualquier acumulación de linfa en una región del cuerpo y no siempre causa síntomas. Sin embargo, cuando aumenta de tamaño, puede provocar síntomas como dolor abdominal, necesidad frecuente de orinar o hinchazón en la región genital.
El linfocele se produce debido a la eliminación o lesión de vasos que conducen la linfa, tras un golpe o la realización de una cirugía abdominal, pélvica, torácica, cervical o inguinal, por ejemplo, lo que puede llevar al desarrollo de una inflamación, infección o la formación de un quiste en el lugar.
Lea también: Sistema linfático: qué es, función y sus partes tuasaude.com/es/sistema-linfaticoEl tratamiento del linfocele no siempre es necesario, especialmente cuando es pequeño y no causa síntomas. Sin embargo, cuando es más grande y comprime las áreas circundantes, el tratamiento puede incluir la drenaje del líquido a través de un catéter o escleroterapia.
Síntomas de linfocele
Los principales síntomas de un linfocele son:
- Dolor abdominal.
- Necesidad frecuente o dificultad para orinar.
- Estreñimiento.
- Hinchazón en la región genital o en las extremidades inferiores.
- Presión arterial alta.
- Trombosis venosa.
- Nódulo palpable en el abdomen o en la región afectada.
Cuando el linfocele obstruye las vías urinarias, como los uréteres, puede afectar la función renal, lo que puede volverse grave.
Los síntomas del linfocele generalmente aparecen cuando este aumenta de tamaño, comprimiendo las estructuras cercanas, ya que cuando es pequeño normalmente no provoca ningún síntoma.
Cómo confirmar el diagnóstico
El diagnóstico de un linfocele lo realiza un médico general, urólogo u oncólogo mediante la evaluación de los síntomas, el historial médico y un examen físico.
Para confirmar la presencia, el tamaño y la ubicación del linfocele, el médico puede solicitar pruebas como ultrasonido, tomografía computarizada o análisis bioquímico del líquido.
Posibles causas
Las principales causas de un linfocele son:
1. Cirugía
Algunas cirugías asociadas con esta complicación son:
- Abdominal o pélvica, como histerectomía, cirugía intestinal, cirugía renal o trasplante renal.
- Torácica, como procedimientos en pulmones, aorta, mamas o axilas.
- Cervical, como cirugía de tiroides.
- Vasos sanguíneos, como la eliminación de obstrucciones o corrección de defectos como un aneurisma.
- Cirugías oncológicas que requieren la extracción de ganglios linfáticos.
Cualquier cirugía puede provocar un linfocele, especialmente aquellas que implican manipulación de vasos sanguíneos o extirpación de ganglios linfáticos. Los linfoceles suelen aparecer entre 2 semanas y 6 meses después del procedimiento quirúrgico.
2. Lesiones
Lesiones o traumatismos que causen ruptura de vasos sanguíneos o linfáticos pueden originar un linfocele, como ocurre con golpes o accidentes.
Los linfoceles también pueden aparecer en la región genital, en forma de un bulto duro, tras contacto íntimo o masturbación, pudiendo manifestarse como un nódulo en los labios mayores o en el pene.
3. Cáncer
El desarrollo de un tumor o cáncer puede dañar los vasos sanguíneos o linfáticos, provocando la filtración de linfa hacia las regiones cercanas.
Cómo se realiza el tratamiento
El tratamiento del linfocele debe ser guiado por un médico general, urólogo u oncólogo, y varía según su tamaño y los síntomas presentados.
Los principales tratamientos para un linfocele incluyen:
- Seguimiento médico regular, cuando el linfocele es pequeño, ya que suele reabsorberse en aproximadamente una semana.
- Punción para drenar el líquido.
- Cirugía para extirpar el quiste.
Además, el médico puede recetar antibióticos si hay sospecha de infección.