Linfoma no Hodgkin: qué es, síntomas, causas y tratamiento

El linfoma no Hodgkin es un tipo de cáncer que se origina en las células blancas de la sangre llamadas linfocitos, que crecen de manera desordenada, lo cual causa síntomas como ganglios en el cuello, ingles o axilas, sudores nocturnos, pérdida de peso, fiebre, fatiga, picazón en el cuerpo o sensación de falta de aire, entre otros.

Algunos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar linfoma no Hodgkin incluyen la exposición a altas dosis de radiación, infección por VIH, mononucleosis o hepatitis, y enfermedades autoinmunes que afectan el sistema inmunológico como lupus, anemia hemolítica o artritis reumatoide.

Si hay sospecha de linfoma no Hodgkin, es importante consultar a un oncólogo o a un médico general para realizar una evaluación completa y determinar el tratamiento más adecuado, que puede incluir cirugía, radioterapia, quimioterapia o incluso trasplante de médula ósea.

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Síntomas del linfoma no Hodgkin

Los principales síntomas de linfoma no Hodgkin son:

  • Ganglios en el cuello, axilas e ingles;
  • Sudores nocturnos;
  • Fiebre o escalofríos;
  • Pérdida de peso inexplicada;
  • Fatiga excesiva;
  • Dolor o hinchazón abdominal;
  • Picazón en el cuerpo;
  • Pérdida de apetito.

Además, la persona con linfoma no Hodgkin puede experimentar náuseas, vómitos, dolor de cabeza, sensación de falta de aire, hematomas rojos o morados en la piel, sangrado fácil, dolor o presión en el pecho, tos, visión doble, dificultad para hablar, confusión mental, convulsiones o parálisis.

En muchos casos, el linfoma no causa síntomas perceptibles y solo se identifica en etapas avanzadas. Por ello, es importante consultar con un médico general al notar la aparición de ganglios, especialmente si se presentan otros síntomas, para realizar exámenes y, en caso de confirmación de la enfermedad, iniciar el tratamiento lo antes posible.

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Cómo se realiza el diagnóstico

El diagnóstico del linfoma no Hodgkin comienza con una evaluación inicial por parte del médico general y luego por el oncólogo, mediante un examen físico, evaluación de síntomas y el historial médico del paciente.

Además, el médico solicitará análisis de sangre como hemograma completo, pruebas de función hepática y renal, y niveles de lactato deshidrogenasa, así como el cribado de infecciones de transmisión sexual como VIH y hepatitis B. También pueden ordenar exámenes de imagen como radiografías, tomografías computarizadas, resonancias magnéticas o ultrasonidos.

Otros exámenes que el médico puede solicitar para confirmar el diagnóstico y determinar el tipo y estadio del tumor incluyen ecocardiogramas, pruebas de función pulmonar, biopsias de ganglios linfáticos u otros tejidos afectados, mielogramas, punciones lumbares, peritoneales o pleurales.

Posibles causas

Las causas exactas del linfoma no Hodgkin aún no se conocen completamente, pero se cree que resulta de una mutación en el ADN de los linfocitos, que comienzan a multiplicarse de manera descontrolada.

Algunos factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar linfoma no Hodgkin incluyen:

  • Antecedentes familiares de linfoma no Hodgkin;
  • Edad avanzada, siendo más común después de los 60 años;
  • Mayor incidencia en hombres que en mujeres;
  • Algunas infecciones virales o bacterianas como H. pylori, VIH, hepatitis, Epstein-Barr o HTLV-1;
  • Enfermedad celíaca;
  • Enfermedades autoinmunes como artritis reumatoide, lupus, anemia hemolítica o síndrome de Sjögren;
  • Uso de medicamentos inmunosupresores;
  • Tratamientos previos con quimioterapia o radioterapia.

El linfoma de Hodgkin también puede desarrollarse en niños, y el riesgo es mayor en aquellos con enfermedades congénitas que afectan el sistema inmunológico, como la ataxia telangiectasia, síndrome de Chediak-Higashi, síndrome de Wiskott-Aldrich, síndrome linfoproliferativo ligado al X, o debido a infecciones como VIH o mononucleosis, por ejemplo.

Cómo es el tratamiento

El tratamiento del linfoma no Hodgkin se realiza bajo la dirección de un oncólogo u oncohematólogo, y varía según el tipo y estadio del linfoma. Puede incluir cirugía y el uso de medicamentos que inhiben la multiplicación del tumor, estimulan la producción de células sanguíneas y mejoran la calidad de vida del paciente.

Por lo tanto, el tratamiento para este tipo de linfoma se realiza mediante una combinación de quimioterapia, radioterapia e inmunoterapia. Se emplean medicamentos con el objetivo de detener la multiplicación de las células cancerosas, eliminar el tumor y aumentar la producción de células de defensa del organismo.

Las sesiones de quimioterapia suelen durar aproximadamente 4 horas, durante las cuales se administran medicamentos por vía intravenosa. En casos más graves de linfoma no Hodgkin, el médico también puede recomendar sesiones de radioterapia dirigidas al área afectada. Tanto la quimioterapia como la radioterapia pueden causar efectos secundarios como náuseas y pérdida de cabello.

Además, el médico puede sugerir tratamientos como el trasplante de médula ósea o la terapia génica con CAR T-cell, una técnica que modifica el sistema inmunológico para reconocer y eliminar las células tumorales de manera eficiente. Obtenga más información sobre la terapia génica con CAR T-cell en un artículo especializado.

¿El linfoma no Hodgkin tiene cura?

El linfoma no Hodgkin puede curarse, especialmente cuando se diagnostica en etapas tempranas. La curación depende del tipo de tumor, su estadio, el estado de salud general del paciente y el tipo de tratamiento utilizado. Por lo tanto, es importante realizar exámenes médicos regulares o consultar a un médico, especialmente si se tienen factores de riesgo, para diagnosticar el linfoma no Hodgkin de manera precoz y comenzar el tratamiento lo antes posible, lo que aumenta las posibilidades de curación.