Intoxicación por monóxido de carbono: qué es, síntomas y tratamiento

El monóxido de carbono (CO) es un tipo de gas tóxico, inodoro, incoloro e insípido, por lo que no puede ser detectado por los sentidos. Este se libera al quemar combustibles como gas natural, gasolina, petróleo, madera o carbón y su uso puede ocasionar una intoxicación.

Los principales síntomas de la intoxicación por monóxido de carbono son dolor de cabeza, mareos, náuseas, vómitos, debilidad, confusión mental, dolor en el pecho o pérdida del conocimiento, por ejemplo, que pueden poner en peligro la vida, dependiendo de la cantidad de gas inhalado y el tiempo de exposición.

La intoxicación por monóxido de carbono suele provocar la pérdida del conocimiento antes de que la persona se dé cuenta de que está siendo envenenada, sin embargo, es importante estar atento a los síntomas y acudir a urgencias de inmediato para que se pueda iniciar el tratamiento lo más pronto posible, ya que puede provocar un paro respiratorio y poner vidas en riesgo.

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Principales síntomas

Los principales síntomas de la intoxicación por monóxido de carbono son:

  • Dolor de cabeza que empeora;
  • Mareo;
  • Debilidad o cansancio;
  • Náuseas o vómitos;
  • Aceleración de los latidos cardíacos;
  • Falta de aire;
  • Dolor de pecho;
  • Malestar general;
  • Confusión mental o desorientación;
  • Pérdida de coordinación motora;
  • Dificultad o incapacidad para realizar movimientos voluntarios;
  • Ceguera por daño a la corteza cerebral.

Los síntomas de la intoxicación por monóxido de carbono son más intensos en quienes están más cerca de la fuente de producción de monóxido de carbono.

Además, cuanto más tiempo se respire el gas, más intensos serán los síntomas, hasta que eventualmente la persona pierde el conocimiento y se desmaya, lo que puede ocurrir hasta 2 horas después de iniciada la exposición.

Incluso cuando hay una baja concentración de monóxido de carbono en el aire, la exposición prolongada puede provocar síntomas como dificultad para concentrarse, cambios de humor y pérdida de coordinación.

Principales fuentes de monóxido de carbono

Las principales fuentes de monóxido de carbono son:

  1. Gases de escape proveniente de los carros;
  2. Aparatos de calefacción, como estufas, hornos y calentadores;
  3. Incendios, durante la combustión de materiales orgánicos;
  4. Generadores y motores portátiles, usados en espacios cerrados.

Asimismo, el humo del tabaco también puede producir monóxido de carbono.

¿Qué le hace el monóxido de carbono al cuerpo?

El monóxido de carbono al ser inhalado llega a los pulmones y luego se diluye en la sangre, donde se mezcla con la hemoglobina, un componente importante que se encarga de transportar oxígeno a los diferentes órganos.

Cuando esto sucede, la hemoglobina pasa a llamarse carboxihemoglobina y ya no es capaz de transportar oxígeno desde los pulmones a los órganos.

Esto se debe a que el monóxido de carbono tiene una afinidad 220% más elevada para unirse a la hemoglobina que el oxígeno, incluso cuando la persona está expuesta a bajas cantidades de monóxido de carbono durante períodos prolongados.

A medida que aumentan los niveles de carboxihemoglobina en el cuerpo, los vasos sanguíneos del cerebro se dilatan y aumenta el flujo sanguíneo en las arterias coronarias.

Por tanto, si la exposición al monóxido de carbono es muy prolongada o intensa, puede provocar un paro respiratorio y arritmia cardíaca, poniendo en peligro la vida de la persona.

Cómo confirmar el diagnóstico

El diagnóstico de intoxicación por monóxido de carbono lo realiza en el hospital el médico de cabecera mediante la evaluación de los síntomas y la exposición a la combustión de gas, petróleo, madera o carbón.

Para confirmar el diagnóstico, el médico debe ordenar un análisis de sangre llamado gasometría arterial con cooximetría, que mide los niveles de carboxihemoglobina en la sangre. Vea cómo se realiza la gasometría arterial.

Valores superiores al 20% en adultos y al 15% en niños generalmente indican una intoxicación importante, que debe tratarse en el hospital bajo la administración de oxígeno hasta que los valores de carboxihemoglobina estén por debajo del 10%.

Otras pruebas que puede ordenar el médico son un hemograma completo, niveles de electrolitos, creatinina, troponina y nitrógeno ureico en sangre (BUN), así como un electrocardiograma, una radiografía de tórax o una tomografía computarizada del cerebro.

Estas pruebas son importantes para descartar otras afecciones con síntomas similares, como cetoacidosis diabética, meningitis o intoxicación por alcohol u opioides.

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Cómo se realiza el tratamiento

El tratamiento de la intoxicación por monóxido de carbono lo realiza en el hospital el médico general con oxigenoterapia, que consiste en la inhalación de oxígeno a través de un catéter nasal o mascarilla facial. En algunos casos, puede estar indicada la ventilación mecánica.

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Si la persona está inconsciente o presenta confusión mental, presión arterial baja o latidos cardíacos acelerados, asociados a niveles elevados de carboxihemoglobina en sangre, el tratamiento se realiza de forma urgente en la cámara hiperbárica. Vea qué es la cámara hiperbárica.

Cómo prevenir la intoxicación por monóxido de carbono

Aunque la intoxicación por este tipo de gas es difícil de identificar, ya que no tiene olor ni sabor, existen algunos consejos que pueden prevenir que ocurra. Algunos son:

  • Instalar un detector de monóxido de carbono dentro de casa;
  • Tener los aparatos que funcionen con gas en el exterior de la casa;
  • Evitar el uso de calentadores con llama en el interior de las habitaciones;
  • Mantener siempre una ventana ligeramente abierta cuando se utiliza un calentador con llama en el interior de la casa para permitir una adecuada circulación de aire;
  • Siempre abrir la puerta del garaje antes de encender el coche y nunca dejar el motor en marcha dentro del garaje cerrado;
  • No utilizar generadores portátiles o motores de combustión interna en espacios cerrados o cerca de ventanas y puertas abiertas.

El riesgo de intoxicación por monóxido de carbono es mayor en bebés, niños y personas mayores; sin embargo, puede sucederle a cualquier persona, incluso al feto en el caso de una mujer embarazada, ya que las células del feto absorben el monóxido de carbono más rápidamente que las de un adulto.