Septicemia: síntomas, causas y tratamiento

Qué es:

La septicemia, también conocida como sepsis o infección en la sangre, corresponde a la presencia de microorganismos en el torrente sanguíneo, principalmente hongos y bacterias, llevando a síntomas como fiebre alta, disminución de la presión arterial, aumento de los latidos cardíacos y náuseas, por ejemplo. Cuando la infección no se diagnostica y no se recibe el tratamiento adecuado, el microorganismo puede diseminarse por el torrente sanguíneo y lesionar otros órganos, pudiendo llevar a complicaciones y fallo de órganos.

La gravedad de la infección depende del microorganismo que infecte y de la respuesta del organismo de la persona infectada, ya que la personas con el sistema inmunitario comprometido o poco eficaz son más susceptibles a este tipo de infecciones y el tratamiento normalmente es más complicado. Conozca más sobre las funciones del sistema inmunológico

El tratamiento para la infección en la sangre se realiza de acuerdo con el microorganismo identificado por medio de los exámenes de laboratorio, pudiendo ser hecho con antibióticos o antifúngicos de acuerdo con la recomendación médica y los resultados de cultivos y perfil de sensibilidad de los microorganismos a los medicamentos.

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Síntomas principales

Los síntomas de septicemia surgen cuando hay una gran cantidad de microorganismos en la sangre, lo cual puede dar como resultado la manifestación de algunos signos y síntomas como:

  • Fiebre alta;
  • Respiración rápida;
  • Disminución de la presión arterial;
  • Latidos cardíacos aumentados;
  • Pérdida de la memoria o confusión mental;
  • Mareos;
  • Fatiga;
  • Escalofríos;
  • Náuseas y vómitos.

Cuando se perciban los signos y síntomas de infección en la sangre, es importante acudir al médico para sean evaluados los síntomas descritos por el paciente, sean solicitados exámenes para confirmar esta afección y pueda iniciarse el tratamiento más adecuado, evitando complicaciones.

Cuanto más temprano se inicie el tratamiento, mayores serán las posibilidades de evitar complicaciones graves como choque séptico y falla de órganos internos.

¿La septicemia es grave?

La gravedad de la septicemia varía de acuerdo con el microorganismo identificado y la capacidad de respuesta inmunitaria frente a la infección. De esta forma, los recién nacidos, ancianos y personas con deficiencias en el sistema inmune tienen más posibilidades de que la infección en la sangre sea grave.

Algunos microorganismos poseen alta capacidad infecciosa, siendo capaces de proliferar rápidamente y diseminarse por el torrente sanguíneo, lesionando otros órganos y caracterizando el cuadro de choque séptico. En caso de que la infección no se identifique rápidamente y sea debidamente tratada, puede haber fallo de órganos y resultar en la muerte de la persona.

Conozca cuáles son los síntomas y cómo es el tratamiento del choque séptico.

Posibles causas de septicemia

La sepsis puede ser consecuencia de otras infecciones, como infección urinaria, neumonía o meningitis, por ejemplo. También puede surgir después de cirugías debido a la infección de heridas quirúrgicas o la colocación de dispositivos médicos como catéteres y sondas, por ejemplo, siendo considerada una infección hospitalaria relacionada con la asistencia de salud.

Vea qué es una infección hospitalaria y cómo prevenirla.

Cómo se realiza el diagnóstico

El diagnóstico de la septicemia se realiza principalmente por medio de exámenes de laboratorio para identificar al microorganismo presente en el torrente sanguíneo, pudiendo indicarse el hemocultivo, el cual suele llevarse a cabo durante el internamiento hospitalario.

La sangre recolectada se coloca dentro de un recipiente denominado "tubo de hemocultivo" y es enviada al laboratorio para que sea analizada. El tubo es colocado en un equipo que es capaz de proporcionar el ambiente adecuado para el crecimiento de microorganismo. Los tubos permanecen en el equipo por 7 a 10 días, sin embargo, cultivos positivos son identificados en los primeros 3 días.

Después de que la prueba arroja un resultado positivo, se hacen análisis mediante otras técnicas con la misma muestra para identificar el agente infeccioso, y además también se realiza un antibiograma para confirmar los antibióticos a los que el microorganismo es sensible o resistente, con el objetivo de definir el tratamiento más adecuado. Conozca más sobre el antibiograma y su interpretación.

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Aparte del examen microbiológico, el médico puede indicar la realización de otros análisis de laboratorio para confirmar la infección y evaluar la inmunidad de la personas, pudiendo solicitar un hemograma y la medición de la proteína C reactiva (PCR). En algunos casos, también puede indicarse un examen de orina, cultivo de secreción de la herida, tomografía computarizada y ultrasonido, siendo estos dos últimos solicitados para confirmar si hubo diseminación del microorganismo hacia otros órganos.

En el caso de sospecha de infección viral en la sangre, se realizan pruebas serológicas y moleculares para identificar el virus y su concentración en la sangre, con el objetivo de determinar el tratamiento, ya que los virus no son identificados por medio del hemocultivo.

Cuál es el tratamiento

El tratamiento de la septicemia debe ser realizado en el hospital e iniciado lo antes posible por profesionales de salud con experiencia en el cuidado de pacientes con enfermedades críticas.

Dado que la mayor parte de los casos de sepsis están causados por bacterias, es común que el tratamiento sea iniciado con la administración de un antibiótico de amplio espectro directamente en la vena, para así intentar controlar la infección. Luego de la obtención de los resultados de los hemocultivos, el médico podrá cambiar el antibiótico y colocar uno más específico, con la finalidad de combatir la infección de forma más rápida. 

En caso de que la infección esté siendo causada por hongos, virus u otro tipo de microorganismo, el antibiótico inicial también es interrumpido y son administrados los medicamentos más adecuados. 

Durante todo el tratamiento, es importante realizar reposición de líquidos en el cuerpo para regular la presión arterial. De esta forma, es administrado suero directamente en la vena y, en los casos más graves, incluso pueden ser empleados medicamentos vasoconstrictores para mantener la presión arterial controlada.