El síndrome urémico hemolítico (SUH) es una enfermedad grave caracterizada por anemia hemolítica, reducción de la cantidad de plaquetas e insuficiencia renal aguda, siendo más frecuente que ocurra en niños.
El SUH es causado principalmente por la bacteria Escherichia coli productora de toxina, que puede estar presente en alimentos como carnes, vegetales y leche y derivados no pasteurizados, por ejemplo. De esta manera, la persona al consumir estos alimentos contaminados pueden adquirir la bacteria y/o sus toxinas, dando como resultado el surgimiento de síntomas como fiebre, dolor abdominal, cansancio excesivo, palidez y diarrea con sangre, en ciertos casos.
Es importante que el médico sea consultado si hay sospecha de SUH, pues de esa forma es posible iniciar el tratamiento lo antes posible para prevenir complicaciones y el agravamiento de la enfermedad. Para esto, puede ser recomendada la realización de transfusiones de sangre, uso de medicamentos para regular la presión y, en ciertas ocasiones, diálisis.
Principales síntomas
Los principales síntomas del síndrome urémico hemolítico son:
- Fiebre;
- Escalofríos;
- Cólicos fuertes;
- Diarrea;
- Cansancio excesivo y debilidad;
- Trastornos renales;
- Presencia de sangre en la orina y en las heces;
- Palidez;
- Surgimiento de manchas rojas y moradas en la piel;
- Aumento de la presión arterial;
- Hinchazón de las manos y de los pies.
Los síntomas del SUH son consecuencia de la anemia, reducción de la cantidad de plaquetas circulantes e insuficiencia renal aguda, que son características de esta condición, las cuales pueden surgir o no después de episodios de diarrea con sangre.
Pese a que es poco frecuente, también pueden surgir síntomas neurológicos, como convulsiones, irritabilidad y confusión mental, por ejemplo.
Cómo confirmar el diagnóstico
El diagnóstico del síndrome urémico hemolítico es realizado por el médico general por medio de la evaluación de los signos y síntomas presentados por la persona y de los resultados de exámenes de laboratorio, como hemograma, pruebas de función renal, examen de orina y evaluación de la concentración de electrolitos en la sangre, como sodio, potasio, bicarbonato, calcio y fósforo.
En caso de SUH, es común que sea verificado en el hemograma signos de anemia hemolítica, trombocitopenia, que es la disminución de la cantidad de plaquetas, y cambios en la función de los riñones por medio de los exámenes de urea y creatinina, por ejemplo.
En ciertas ocasiones, también puede ser recomendado por el médico la realización de coprocultivo para identificar el agente infeccioso responsable por la SUH. Conozca qué es y para qué sirve el coprocultivo.
Causas del síndrome urémico hemolítico
La causa principal del SUH es la infección por la bacteria Escherichia coli productora de toxina, que puede contaminar alimentos y agua y, de esta forma, ser transmitida a las personas, ocasionando el desarrollo de la enfermedad. Los principales alimentos que pueden estar contaminados por esta bacteria son carnes crudas o mal cocidas, leche y derivados no pasteurizados, frutas y verduras.
Aparte de la E. coli, el síndrome urémico hemolítico también puede ser causado por las bacterias Shigella sp., Campylobacter sp. y Salmonella sp., que también pueden producir toxinas y provocar daños a los órganos, promoviendo la destrucción de los glóbulos rojos de la sangre.
A pesar de estar frecuentemente relacionado con la infección, el SUH también puede ser consecuencia de otras situaciones, como insuficiencia renal posparto, esclerodermia, infección por el VIH y síndrome antifosfolípido.
Cómo es realizado el tratamiento
El tratamiento del síndrome urémico hemolítico debe ser realizado en el hospital para promover el alivio de los síntomas, evitar el progreso de la enfermedad y prevenir complicaciones.
De manera general, está indicado que sean realizadas transfusiones sanguíneas con el objetivo de regular la cantidad de glóbulos rojos, la hemoglobina y las plaquetas circulantes, lo que ayuda a aliviar los síntomas. Conozca cómo es realizada la transfusión sanguínea.
Asimismo, puede ser indicado el uso de medicamentos para regular la presión arterial y prevenir mayores daños en los riñones. En los casos más graves, puede ser necesaria la realización de diálisis o de trasplante de riñón.